Es curioso como en ocasiones la sociedad se encuentra a la defensiva de ella misma, se preocupa en solo estar publicando cosas en donde se aparenta estar libre de problemas cotidianos, subiendo fotografías con
personas que no conocen realmente pero le llaman ‘’amigos’’, lugares en
donde se dice estar pero en realidad la mente no se encuentra ahí si no en otro lado, donde podemos
encontrarnos en la mejor fiesta pero descubrimos que nos hemos divertido mejores veces antes riendo con amigos o con alguien especial en el lugar más
simple del mundo como en un parque o un sofá frente al televisor.
Cuidarnos uno del otro no es lo mismo que cuidarnos unos a
los otros, que tan sencillo seria reír por el gesto más simple, la idea está en
encontrar la belleza en la sencillez de las cosas, eso que las hace únicas y
diferentes. Querer y ser queridos sería tan fácil como parpadear dos veces, las
muestras de cariño son tan sencillas de expresar, desde un
‘¿te ayudo?’ o un ‘¿estás bien?’
hasta un rotundo abrazo.
Entre más valientes seamos al decirle a las personas lo
especiales que son para nosotros, lo lindas, asombrosas, o indispensables que
son y hacerlas sentir cuanto las valoramos no nos hará débiles, al contrario,
nos volverá más fuertes y extraordinarios seres humanos de lo que somos, en
donde lo que brindemos y transmitamos llegara a nosotros manera recíproca.
Hay que tener cuidado con el principal enemigo en nuestras
vidas, en ocasiones somos nosotros mismos, nuestro otro yo. Si ya sabemos lo que nos
lastima o lo que nos hace daño hay que dejar de hacerlo, dejar de poner sal en la herida, nadie
como nosotros mismos para conocernos mejor. Tratar de salvarnos de ser personas
rutinarias, sin planes, sin metas, cegados con la idea de que estamos destinados a vivir en
una sola dirección, negados a descubrir lo maravilloso que hay detrás de un
atardecer o una pequeña travesura, no hay que dejar morir al niño que llevamos dentro de nosotros.
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